Mis Inicios

Mi nombre es Erick Francesconi, de profesión Contador Auditor y creador de Alma Bonsái. Durante mucho tiempo estuve en una búsqueda constante para encontrar aquello que me desconectara del estrés y la vida acelerada que llevaba en ese entonces. Cerca de los 30 años tuve la oportunidad de reencontrarme con aquello que me apasionaba de pequeño y que hoy lo puedo plasmar en la práctica del Bonsái, la cual me ha llevado a redescubrir mi alma y esencia.

En mi infancia tuve una inclinación particular por la naturaleza y especialmente por los árboles, recuerdo aquellos momentos donde mi padre me dejaba participar de las podas, aprendiendo del cuidado y cariño que él les entregaba. Hoy miro hacia atrás y, posiblemente, esa necesidad instintiva de mi padre por cuidar el jardín me hace tomar conciencia y sentir que somos parte de un todo. Siempre tuve la impresión de que las plantas y árboles que adornaban nuestro antejardín eran la antesala de esa felicidad y armonía que viví de pequeño, estos seres extraordinarios fueron los protagonistas en primera fila, de nuestras alegrías, tristezas, éxitos y fracasos.

 

 

Años más tarde -en un día de primavera- fui de paso a un vivero en búsqueda de unos arbustos; En medio de una tupida producción de plantas, encontré un árbol que destacaba por sobre todo lo demás, estaba cultivado en una maceta de arcilla muy plana, desgastada y opaca. Llamó profundamente mi atención y se convirtió en el punto focal del millón de plantas y árboles de aquel vivero. Aquella maravilla era un Haya de hoja verde, me dediqué a observarla y a contemplar el gran ejemplar que estaba ante mí, no hice preguntas de precio, tampoco consulté si estaba en venta, sólo presencié aquel instante con admiración y curiosidad, fue allí donde hice «Clic», que hoy describo como una conexión profunda con otro ser vivo que me llenó de paz y armonía. Desde ese día, fueron surgiendo infinidades de preguntas y cuestionamientos, por cuanto, me propuse aprender e instruirme todo sobre aquellos PEQUEÑOS GIGANTES. Investigué, leí muchos libros y revistas extranjeras, infinidad de videos, asistí a cursos, charlas y talleres, siempre con la intención de buscar la mayor cantidad de información en cuanto a cultivo, cuidados y diseño.

El camino del bonsaista lo vivo desde lo simple y profundo, como los árboles que me acompañan y que, cada día, me muestran y recuerdan que hay procesos/etapas que marcan nuestra existencia, permitiendo también diseñar y guiar nuestro futuro, me traen la posibilidad de aprender de ellos, adoptando la resiliencia, entendiéndola como la capacidad de renacer ante escenarios adversos. He podido apreciar que la práctica del Bonsái me ha habilitado la conexión con los elementos naturales como la tierra, el agua y la madera, lo que me trae paz, armonía y me abstrae de lo cotidiano, generando una simbiosis que baja mis niveles de tensión y estrés. Sus cortezas, me recuerdan que debo vivir más consciente ésta sumatoria de instantes, dado que algún día, dejaremos este plano existencial, mientras que estos PEQUEÑOS GIGANTES continuarán viviendo.

En éste viaje de redescubrimiento -de la mano de mi familia y de Alma Bonsái-, no puedo dejar de mencionar a las grandes personas -y hoy amigos- que aparecieron en el camino para inspirarme y motivarme a continuar por ésta senda. Es aquí donde aprendo que el verdadero maestro no es el que enseña sino el que nos inspira…

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